Como Adoratrices somos enviadas a colaborar en la misión apostólica de la Iglesia mediante la Adoración Eucarística solemne y continua, y la educación católica, para conducir a los fieles al misterio de Cristo según nuestro carisma, y extender así el conocimiento, el amor y el culto a las Eucaristía (C 10).
Ayudamos a nuestros hermanos a ejercer su sacerdocio bautismal y a rendir culto a la Eucaristía para que, como adoradores, actúen santamente, consagren el mundo a Dios y sean fermento en la Iglesia para extender el espíritu de adoración (C. 39).
La labor educativa es una actividad apostólica específica. Mediante ella debemos ayudar a nuestros educandos a vivir sus compromisos bautismales, y por medio de ellos a la sociedad de la que forman parte, donde contribuyan, desde dentro, a la santificación del mundo con el testimonio de su vida (C. 184).
